En uno de los barrios más modernistas de la ciudad de Róterdam, conocido como el Manhattan holandés, cerca del embarcadero y frente al De Rotterdam de Rem Koolhass, se encuentra el nuevo hotel de la cadena Room Mate, Bruno, de 217 habitaciones y desarrollado por Teresa Sapey en lo que supone la tercera colaboración entre la marca hotelera y el estudio. En esta ocasión el proyecto presentaba el atractivo del espacio físico en sí, como han remarcado ambas partes, ya que se trataba del antiguo almacén de especias de la Compañía Holandesa de la India Oriental en el siglo XIX, donde se guardaban e intercambiaban mercancías y culturas provenientes de todo el mundo y que fue el único edificio no derrumbado por las bombas durante la Segunda Guerra Mundial. De ahí que el trabajo que debía desarrollar Sapey y su equipo tenía que respetar al máximo la carga histórica y el espíritu del lugar, algo que también caracteriza a Kike Sarasola cuando acomete sus proyectos, de los cuáles éste es el número 23. Por ese motivo, las tonalidades escogidas en todo el hotel aluden a los colores de las especias y de las pinturas flamencas, que retratan y recogen el pasado de esta zona.
Manteniendo la identidad marinera, la recepción ha sido concebida como un océano industrial iluminado por las constelaciones, con un gran mostrador de cristal que evoca un barco, todo ello diseñado por Teresa Sapey. El interior oculta un jardín encantado congelado en el patio, donde la vegetación de color azul intenso envuelve al sol de medianoche y que preside un árbol naranja, protagonista del espacio, todo con figuras geométricas perfectas y una paleta de colores que abarca los azules del mar y los naranjas del sol de medianoche. En este espacio encontramos el árbol, diseñado ad hoc por el estudio de Teresa Sapey. Para el restaurante se apostó por llevar el sol mediterráneo y el campo a esta ciudad lluviosa del norte de Europa, con mesas naranjas del estudio TS. En los pasillos se ha recreado el viaje que se hacía desde Holanda hasta las islas orientales, con un cielo estrellado en el techo que se convierte en una carta náutica. Las habitaciones son un mundo aparte pero interconectadas por plantas, ya que cada una es única y mantiene una combinación de colores distinta a la demás pero que supone un recorrido por todas las islas, de ahí las paletas cromáticas elegida por piso y que difieren unas de otras. El único guiño a los viajes modernos que se ha permitido Sapey en el Room Mate Bruno ha sido en los meetings rooms, ya que ahora no se hacen en barco la mayoría, sino por avión, y así es la estética que refleja estas zonas. El resto es un viaje a la historia con los detalles más modernos.