Uno de los aspectos más definitorios del interiorismo es el color, la paleta elegida es el eje que cose el hotel. Y es que el paisaje de interiorismo diseñado por Alfaro-Manrique Atelier genera un nuevo lenguaje formal, de formas rotundas. Ese mismo lenguaje geométrico está presente a todas las escalas, desde los paramentos verticales que recogen la recepción de acceso al edificio y generando diferentes ilusiones óptica, hasta por ejemplo los portamenities del baño, de forma que cada objeto es, en sí mismo, funcional pero artístico. Los materiales, y sobre todo, las piezas exclusivas, son lo que termina de dotar de personalidad al conjunto.
La estrella en los textiles es sin duda el terciopelo, trabajado en colores arriesgados y pero perfectamente integrados en el contexto. De esta forma, encontramos una bienvenida presidida por mármoles, maderas, blancos, negros, azules y dorados, y contundentes asientos de terciopelo que de entrada permiten adivinar el resto. Y de una manera sutil para coherente, las habitaciones son de una acogedora madera con los mismo colores en detalles como butacas, bordes de mesas, puertas lacadas de armarios o alfombras, igual que la escalera, original y de madera, con esa misma paleta tan definitoria. Incluso las zonas comunes como pasillos o comedor recogen esa esencia de madera clásica transformada en moderno conjunto. El punto más disruptor lo encontramos en los baños, dibujados como un cuadro pero donde los colores blanco y negro, y los detalles en azules, dorados y madera, continúan la línea del resto del proyecto.