La firma austriaca WSF tenía un briefing de diseño claro acerca de lo que querían que fuera su nueva propiedad en Barcelona. Almanac es fruto de la unión de dos edificios: uno de ellos contemporáneo y otro de comienzos de siglo. Para conceptualizar el hotel, Jaime Beriestain trabajó el tema de la horizontalidad y de la verticalidad: dos ejes que dotan al hotel de orden, coherencia y armonía, y que hacen referencia directa a la fachada cuadricular. Así, de manera muy potente, el atrio marca el eje vertical del hotel.
A su vez, las diferentes plantas se idearon como franjas horizontales. Gracias a las diferentes gamas cromáticas y el uso de materiales específicos, cada planta goza de una identidad propia y definida.
Se quiso integrar la ciudad al hotel. Esto se ha logrado gracias a los grandes ventanales a través de los cuales se consigue comunicar directamente con la esencia barcelonesa. La decoración es un guiño discreto a Barcelona, con detalles arquitectónicos de la ciudad. El Sky Bar tiene vistas a Gran Vía, Sagrada Familia, Montjuic y el mar. Gracias a todo esto se consigue que el hotel no domine la ciudad, sino que la integre a su estructura.