El proyecto se basó en reforzar y acompañar el concepto gastronómico: “obsesión por la esencia del mar y respeto por el origen, sabor y textura de cada producto”. En el local existente se superponían capas de acabados y elementos decorativos de distintos estilos, por eso la primera estrategia fue recuperar y preservar el origen y el “sabor” original del local, de sus materiales y espacios. Una vez eliminado todo lo superfluo, se redistribuyeron las dos plantas para adecuarlas a su nuevo uso. A nivel de calle, la luz natural de los 9 ventanales ampliados, baña un espacio alegre y dinámico. La barra, como el casco de un barco varado, y la cocina vista, son los protagonistas haciendo al comensal partícipe de la exhibición del pescado.
En la planta sótano, el espacio es más recogido y tranquilo, para disfrutar a otro ritmo. La iluminación cenital que baña las paredes desde las troneras recuperadas, recuerda a la luz tamizada del fondo del mar. La vinoteca vista refuerza la idea de exponer el producto, para disfrute de las miradas más foodies. Los materiales utilizados o recuperados se “cocinaron” con el tratamiento y formato que mejor realzaba su esencia, en un juego de brillos y texturas inspirados en la piel del pescado y la esencia del mar: rugoso granito y ladrillo al natural, acero a la plancha, madera con aceite con corte en “espina de pez”, falso techo de olas traslúcidas de malla metálica. Uniendo ambas plantas, la escalera refleja y conecta visualmente los dos ambientes, con una instalación de luminarias inspiradas en la pesca que lanzan pequeños brillos y destellos para indicar el acceso a las profundidades. Sin darte cuenta, ya has caído en sus redes.