Tranquilidad, diseño y buen gusto es lo que transmite Casa Grande Hotel en Grañón, La Rioja. Justo lo que buscaban Mónica y Raúl cuando decidieron simplificar su estilo de vida y montar este alojamiento, y justo lo que encontraron en el interiorista Francesc Rifé y su elegancia innata para darle forma. Y es que la propia ubicación y el edificio que encontraron, invitaba sin duda a ello. En medio de la Ruta de Santiago, una antigua casa solariega del siglo XVIII reunía todas las condiciones para darle forma al proyecto de un hotel muy slow life, de tan solo 11 habitaciones, que hiciera sentir a los huéspedes como en casa. “No hay nada más gratificante y bello que deconstruir un edificio olvidado para rescatar toda la historia que subyace en él“, cuenta el propio Rifé cuando se le pregunta por este trabajo.
Y es que el lugar respira tanta historia que el diseño tenía que partir de la premisa de respetar ese entorno y su significado. Tal y como aclara Rifé, se trataba de un diseño en el que un nuevo y sobrio juego de materiales coexiste con la historia del lugar sin pretensiones de transformarlo todo“.
El denominador común del proyecto fue la conservación de las paredes de sillería sobre las que se ha aplicado una pátina monocromática gris clara para unificar el tono. “Esta técnica también pretende dotar de luminosidad a las estancias, donde el grueso de los muros muchas veces dificultaba la entrada de luz natural. Por otro lado, y contrastando con la claridad de la piedra y los suelos en roble natural, está la madera de chopo negra que recorre el espacio, color que se vincula emocionalmente con pilares y vigas rehabilitadas de un tono oscuro”.
El hotel, con una superficie de actuación de 960 metros cuadrados, se distribuye en tres plantas y dos accesos. En el piso principal, el que está a pie de calle, encontramos las dos entradas, con funciones distintas. “El que parecía destinado a ser la recepción principal del hotel se convierte en una entrada solo para los huéspedes, mientras que una gran puerta pivotante de hierro pavonado, que conecta una plaza contigua con la terraza trasera, se erige como la introducción pública al edificio”.
Ya en el interior nos recibe un lobby sobrio pero acogedor, protagonizado por un gran mueble metálico de bienvenida rodeado por dos salas de lectura y televisión que funcionan como espacios de relax y recreo. A continuación el restaurante, que interactúa con una pequeña bodega y una barra de apoyo junto a la cocina. La propuesta gastronómica está comprometida con el discurso relajado del lugar y su chef ha basado la carta en platos tradicionales de La Rioja. También se proporciona servicio al cliente en el exterior en una terraza que funciona simbólicamente como pulmón. Está todo pensado.
Rifé asegura que “el mal estado de todas las aberturas de la fachada nos llevó a emplear estructuras en hierro pavonado de 10 milímetros para mantener su cuadratura, a los que incorporamos ventanas de aluminio en un acabado similar. Con el mismo tipo de chapa se diseñaron porticones pivotantes, que no sólo sirven para contener la luz sino que forman parte de la estética plástica de las habitaciones. Estos elementos quedan siempre plegados paralelamente a la fachada y han acabado convirtiéndose en gestos decorativos presentes a lo largo de todo el proyecto, tanto en interior como en exterior”.
Es la fachada lateral la más imponente de todo el proyecto, pues el estudio de Rifé partía de una distribución bastante caótica de las ventanas, por lo que se buscó ordenarlas bajo una piel superpuesta de hierro pavonado. “Se trata del mismo paramento que se prolonga como puerta pivotante para dar acceso a la terraza del hotel. Este elemento tiene un doble sentido, por un lado fortalece el discurso estético de la chapa que se ha utilizado para configurar ventanas y balcones, pero a la vez esconde diferentes aberturas laterales que alojan maquinaria, contadores de electricidad o agua”.
En este plano, se han colocado las lámparas Campanula, diseñadas por el arquitecto Peter Zumthor con las que se buscaba comunicar desde un primer momento la racionalidad y el mimo con el que se ha tratado el proyecto. En el interior, hay una iluminación general e integrada de downlights, una indirecta y lineal que pretende remarcar las superficies rehabilitadas, y un tercer tipo de iluminación decorativa que define el estado de ánimo íntimo del hotel.
En las otras dos plantas, un primer piso y un bajo cubierta ganado al edificio original, están las 11 habitaciones. En la primera encontramos cinco de ellas, con un estética parecida pero cada una con una distribución y sobre todo personalidad propia. “Algunas mantienen las paredes de sillería mientras que en otras, se ha dejado el ladrillo visto o el propio hormigón utilizado para rehabilitar el edificio. Para evitar atmósferas cargadas, se ha empleado el mismo tratamiento monocromático que unifica las diferentes texturas que han ido apareciendo”.
La segunda planta tiene seis habitaciones cuya mayor característica es la altura ganada al espacio residual bajo cubierta. Todas fueron diseñadas bajo el concepto de suite con cama de grandes dimensiones y algunas con un sofá que hace las veces de cama anexa.
“Siguiendo el mismo tratamiento que el resto del proyecto, el mobiliario, a medida, se planteó en madera de chopo negra, utilizando pequeños listones para marcar las intenciones de cada habitación, bien sea el remate del cabezal o las propias aberturas donde se esconde el minibar y la caja fuerte. El armario se sitúa siempre en un segundo plano, pero quedando semiabierto para permitir que el huésped tenga a mano sus prendas. Al igual que los techos de la planta baja, el de los distribuidores de los diferentes niveles y el bajo escalera está revestido con el mismo material de madera teñida negra para perder la sensación de altura”.