Surge una forma más lenta y pausada de la forma de viajar, que permite entender la cultura propia del destino y aproximarse a una experiencia más significativa y transformadora. Los viajeros buscan maximizar la relación con el paisaje y el territorio que visitan. En un ejercicio de superación de estéticas globalistas, esta tendencia se traduce en productos con raíces que permitan a los hoteles desarrollar una narrativa auténtica y alineada con el destino. Colores neutros y calmados pensados para generar un efecto de relax y materiales que, como los tejidos, la madera y la cerámica, ofrecen una conexión con la artesanía a través de texturas y volúmenes pensados para el tacto. Se recupera así el gusto por los materiales naturales como la piedra o la madera, el lino o el yute.